
Santo Domingo.- La ingeniería genética ha dado un paso más en su desarrollo con un reciente avance en China, donde científicos lograron crear ratones de laboratorio con dos padres machos. Este innovador experimento, basado en la manipulación de células madre embrionarias, representa un cambio significativo en la biotecnología y la investigación biomédica.
El desarrollo de organismos modificados genéticamente ha permitido logros que van desde la clonación hasta la creación de animales capaces de generar sustancias terapéuticas. Un ejemplo de esto es el trabajo de la científica Helen Sang, del Instituto Roslin de Edimburgo, quien desarrolló gallinas modificadas genéticamente cuyos huevos contienen proteínas con potencial terapnas con potencial terap\u00eutico para enfermedades como la esclerosis múltiple, el cáncer de piel y la artritis.
El impacto de la ingeniería genética en la ciencia moderna también ha sido objeto de debate ético y literario. La novela «Los niños del Brasil» de Ira Levin anticipó los dilemas de la clonación y la manipulación genética. Inspirada en los experimentos del doctor Josef Mengele durante la Segunda Guerra Mundial, la ficción de Levin planteó la posibilidad de crear copias idénticas de Adolf Hitler mediante técnicas de ADN recombinante.
El progreso en la modificación genética avanzó rápidamente a partir de la década de 1970. Investigadores de las universidades de California y Stanford lograron insertar genes de sapos del género Xenopus en la bacteria Escherichia coli, permitiendo que esta produjera proteínas del anfibio. Poco después, se realizaron modificaciones genéticas en plantas como el tabaco y la petunia, abriendo el camino a los cultivos transgénicos.
En 1994, el tomate FlavrSavr se convirtió en el primer alimento genéticamente modificado en comercializarse en Estados Unidos. Actualmente, una gran parte de la producción agrícola en ese país es transgénica, generando un intenso debate sobre sus beneficios y riesgos. Mientras algunos defienden que estos avances pueden contribuir a erradicar el hambre mundial, otros advierten sobre los posibles efectos negativos en la salud y el medio ambiente.
El eco de la oveja Dolly, clonada en 1996 y fallecida en 2003, sigue resonando en la comunidad científica y en la opinión pública. La reciente creación de ratones con dos padres machos refuerza la necesidad de seguir explorando los límites de la biotecnología con responsabilidad y ética.