Especialista en sueño revela cómo dormir mal afecta las emociones y nos hace percibir como socialmente inaccesibles
España. – La evidencia científica confirma que la privación de sueño desencadena conductas de aislamiento social, como la soledad, y mayor ansiedad, las cuales a su vez perjudican el descanso. Así lo ha señalado la doctora Francesca Cañellas, miembro del grupo de trabajo de Insomnio de la Sociedad Española de Sueño (SES) e investigadora del IdISBa.
«Una revisión sistemática y metaanálisis publicado en 2020 corroboró que la soledad correlaciona con una alteración de la calidad del sueño, pero no con la duración. La soledad aumenta los niveles de vigilancia y hace que el sueño sea menos reparador», afirma la psiquiatra especializada en medicina del sueño. Explica que, posiblemente, «debido a que históricamente estar solo, fuera del grupo, era peligroso, se produce una activación del sistema del estrés», lo que altera el ritmo de cortisol y fragmenta el sueño.
Cañellas destaca que estudios han mostrado que los cambios por la privación de sueño hacen que otras personas perciban al individuo como «menos accesible socialmente». El mecanismo clave que vincula ambos aspectos es la regulación emocional: «Las estructuras cerebrales y neurotransmisores que regulan las emociones también regulan el sueño, por lo que es intuitivo suponer una íntima relación en el funcionamiento de estos dos sistemas». Señala que la mala calidad del sueño es un «importante factor de riesgo para la regulación emocional, así como para el desarrollo de diversas afecciones psiquiátricas, en especial la ansiedad y la depresión».
La experta considera que aún no se presta suficiente atención al impacto del sueño sobre la salud física y mental. Este aspecto es de «especial importancia» en el ámbito de la soledad no deseada, ya que «soledad y falta de sueño son factores de riesgo comunes de muchas enfermedades (desde el deterioro cognitivo, hasta los problemas de salud mental, pasando por la enfermedad cardiovascular), por lo que la conjunción de ambos factores multiplica el riesgo de desarrollar numerosas dolencias y de mortalidad».
Para mejorar el sueño, Cañellas recomienda hábitos como: darse un tiempo suficiente para dormir en un entorno cómodo, mantener horarios regulares, usar la cama solo para dormir, exponerse a la luz solar por la mañana, evitar pantallas al menos dos horas antes de acostarse y realizar ejercicio físico regular. Al mejorar el sueño, concluye, «también disminuyen las emociones negativas y el estrés», mejorando la calidad de vida, especialmente en adolescentes y personas mayores.
