La gran sacudida de la inversión extranjera directa y su impacto en el comercio global

La IED está cambiando de rumbo y concentra las inversiones en industrias como semiconductores, baterías y energía, así como en países aliados, definiendo el futuro del comercio y la economía global.
Santo Domingo. – La Inversión Extranjera Directa (IED) atraviesa una transformación sin precedentes que podría redefinir el comercio y la economía mundial en la próxima década. El nuevo informe de McKinsey Global Institute, titulado “La reorganización de la IED”, muestra que el capital se está moviendo hacia industrias que marcarán el rumbo del futuro: semiconductores, baterías, centros de datos e infraestructura energética. Al mismo tiempo, las inversiones se concentran cada vez más en países que comparten afinidad política y económica, en busca de cadenas de suministro más seguras y menos expuestas a las tensiones internacionales.
Desde 2022, tres cuartas partes de los anuncios de IED se han dirigido a estos sectores estratégicos, frente a menos de la mitad antes de la pandemia. Si los proyectos en curso se concretan, la capacidad de producción de baterías fuera de China podría cuadruplicarse, los centros de datos prácticamente duplicarían su capacidad global y Estados Unidos podría convertirse en uno de los principales productores de semiconductores de última generación.
En el caso específico de América Latina, los anuncios de inversión han mostrado un giro relevante hacia el sector energético, más del 80 % del crecimiento registrado desde 2022 provino de proyectos vinculados a combustibles fósiles y energías bajas en emisiones, principalmente impulsados por capital europeo y de Medio Oriente. Algunos de estos proyectos, localizados en Argentina, Guyana y México, buscan ofrecer rutas de suministro alternativas que eviten pasos vulnerables como el Canal de Suez o el Estrecho de Ormuz.
Otro dato revelador es el aumento de las grandes inversiones que superan los mil millones de dólares y que ahora representan la mitad del valor total de la IED. Estas apuestas se concentran en fábricas de chips, baterías y grandes campus de centros de datos que requieren una combinación masiva de capital, tecnología e infraestructura.
“Los países que logren crear condiciones para atraer este tipo de inversiones se convertirán en polos estratégicos de innovación y manufactura, con impactos positivos en el empleo, la transferencia de tecnología y la resiliencia de sus economías”, expresó Antonio Novas, Senior Partner de McKinsey & Company y Managing Partner para la operación en República Dominicana.
Esta tendencia responde en gran parte a políticas industriales más activas. Estados Unidos, Europa y Asia han lanzado incentivos fiscales y subsidios para atraer plantas de semiconductores y baterías, con el fin de fortalecer sus cadenas de suministro y reducir la dependencia de proveedores lejanos.
También se observa una disminución de la “distancia geopolítica” en las decisiones de inversión. Japón, Corea del Sur y Taiwán han detenido casi por completo las nuevas inversiones en China y las han redirigido hacia Estados Unidos y Europa. China, en paralelo, ha pasado de ser principalmente receptora a convertirse en un importante emisor de capital, incrementando su presencia en América Latina, Medio Oriente y Europa del Este.
La región latinoamericana emerge como un destino atractivo, especialmente para proyectos relacionados con cobre, litio y níquel. Desde 2019, las inversiones en minería y refinado se han duplicado, lo que podría aumentar en más de un 30 % la producción de litio respecto a 2022. Este fenómeno abre la posibilidad de que los países de la región agreguen valor localmente y dejen de limitarse a exportar materias primas. “La región tiene una ventana de oportunidad única para atraer capital de largo plazo, fortalecer la infraestructura productiva y generar encadenamientos locales que eleven la competitividad”, subrayó Novas.
Más allá de la energía y la minería, otros sectores han comenzado a recibir mayor atención en la región, las inversiones en comunicaciones, software y manufactura avanzada crecieron un 23 % entre 2022 y 2024 respecto al promedio 2015-2019. Esto marca una diversificación incipiente que podría posicionar a América Latina como un hub de innovación digital y productiva.
El auge de la inteligencia artificial ha desatado una carrera por construir centros de datos en todo el mundo. A partir de 2022 los anuncios de inversión en este sector han alcanzado 170,000 millones de dólares anuales, el doble que antes de la pandemia, y podrían superar los 370,000 millones antes de que termine el año. Estos proyectos requieren instalaciones de gran escala y enormes cantidades de energía, lo que obliga a planificar con cuidado el suministro eléctrico y avanzar hacia fuentes más limpias y confiables.
La industria de semiconductores es otro pilar de esta transformación. Actualmente, cerca del 90 % de la producción de chips avanzados se concentra en Taiwán y Corea del Sur, pero las nuevas inversiones que ascienden a 115,000 millones de dólares anuales desde 2022 (cinco veces más que en el período 2015-2019), buscan diversificar la producción. Si todos los proyectos se concretan, Europa, Japón y Estados Unidos podrían triplicar su participación en el mercado de chips de vanguardia, reduciendo su dependencia de Asia, aunque aún persisten desafíos en la cadena de suministro de insumos y equipos especializados.
El sector de vehículos eléctricos y baterías vive una reconfiguración similar. Si bien China sigue concentrando más del 80 % de la capacidad instalada, las inversiones recientes podrían cuadruplicar la producción fuera de su territorio y casi duplicar la capacidad global. Europa ha logrado atraer grandes fabricantes chinos, mientras que Estados Unidos ha recibido fuertes inversiones de Japón y Corea del Sur, impulsadas por incentivos gubernamentales. Estas nuevas plantas permitirán diversificar la producción y acelerar la transición hacia la movilidad eléctrica.
En materia energética, las inversiones muestran un doble movimiento. Los proyectos de petróleo y gas mantienen un peso significativo, representando cerca del 80 % de las iniciativas en construcción, mientras que el gas natural licuado (GNL) crece con fuerza.
Desde 2022, los anuncios de inversión extranjera directa (IED) en proyectos de GNL superan los 35,000 millones de dólares anuales y podrían aumentar la capacidad global en un 25 %, creando nuevas rutas de suministro desde América Latina y Norteamérica hacia Europa y Asia. Estos desarrollos ayudan a reducir la dependencia del gas ruso y diversificar las fuentes de energía.
Las renovables también avanzan, especialmente la eólica marina, que podría triplicar su capacidad en la próxima década, aunque muchos proyectos enfrentan retrasos por los altos costos de construcción y financiamiento. El hidrógeno verde, por su parte, podría multiplicar por cien su capacidad, aunque sigue siendo una apuesta de largo plazo que requiere infraestructura completamente nueva y acuerdos internacionales sostenidos.
Pese al dinamismo de estos años, los primeros cinco meses de 2025 reflejan una contracción significativa en los anuncios de IED hacia América Latina. Esta caída temprana en el año revela la sensibilidad de la región frente al encarecimiento del financiamiento y la incertidumbre geopolítica global.
El informe concluye que la IED se ha convertido en un indicador clave para anticipar cómo se reorganizarán las industrias y el comercio mundial. Revela dónde se están levantando las fábricas del futuro y cómo están cambiando las alianzas entre países.