Residencias médicas en República Dominicana: ordenar lo urgente, transformar lo esencial

En República Dominicana, la residencia médica constituye la columna vertebral del sistema sanitario. De ella depende la formación de los profesionales que atenderán nuestras maternidades, quirófanos, emergencias y consultas especializadas. Sin embargo, lejos de tener una estructura sólida y coherente, el sistema de residencias médicas en el país presenta múltiples fallas que limitan su efectividad, su equidad y su impacto real en la salud pública.
Aunque la implementación del Examen Nacional Único para Residencias Médicas (ENURM) fue un paso adelante en términos de meritocracia, lo cierto es que el sistema se ha estancado en una organización deficiente, desarticulada y, en muchos casos, profundamente injusta.
Un ingreso que ya no es tan “único”
El ENURM nació con la promesa de garantizar acceso por mérito a las plazas formativas. No obstante, han surgido preocupaciones crecientes en torno a la transparencia del proceso, la coherencia en la asignación de plazas y la aparente discrecionalidad en ciertos centros de formación.
Casos de candidatos con altas puntuaciones que quedan fuera, mientras otros con menor desempeño acceden a especialidades muy demandadas, generan malestar e incertidumbre. A esto se suman denuncias de manipulación de cupos, influencias externas y limitaciones en los mecanismos de apelación.
Formación sin estándares ni evaluación nacional
Una vez ingresado a la residencia, el panorama no mejora del todo. En la mayoría de las especialidades no existe un currículo nacional unificado. Cada escuela médica decide qué enseñar, cómo evaluar y cómo promover, lo que genera brechas significativas entre los profesionales formados en diferentes centros.
Este desorden académico tiene consecuencias graves: forma especialistas con niveles de preparación desiguales, limita la medición de competencias reales y afecta directamente la calidad de atención que recibe la población.
Además, muchos residentes denuncian jornadas extenuantes, supervisión irregular, maltrato institucional y una cultura jerárquica que en ocasiones raya en el abuso. La residencia médica no puede seguir siendo una experiencia de desgaste y sobrevivencia.
Sin fiscalización ni seguimiento
Actualmente no existe un sistema nacional de reacreditación o fiscalización de los programas de residencia. Cualquier hospital puede mantener su programa sin demostrar estándares mínimos de calidad, sin ser evaluado externamente ni rendir cuentas sobre los resultados de su formación.
Esto ha permitido que programas obsoletos, inadecuadamente estructurados o con debilidades docentes se mantengan operando sin consecuencias, perjudicando tanto a los residentes como a los pacientes que luego serán atendidos por esos profesionales.
Subespecialización: el desorden elevado a su máxima expresión
El proceso para ingresar a una subespecialidad es aún más caótico. En lugar de un sistema nacional, cada escuela aplica su propio examen, entrevistas y criterios de selección. Un médico que desee formarse en ginecología oncológica, por ejemplo, debe aplicar a cinco escuelas distintas, con cinco pruebas distintas, bajo reglas distintas.
Esto se repite en cirugía oncológica, endocrinología ginecológica, medicina materno fetal, entre otras áreas. Este modelo fragmentado, agotador y excluyente, no responde a ninguna lógica académica ni sanitaria.
Tampoco existe un currículo unificado para subespecialidades. La formación depende enteramente del hospital que la ofrece, sin mecanismos nacionales de evaluación, sin lineamientos oficiales y sin garantías de calidad homogénea.
Consecuencias visibles e invisibles
El impacto de este sistema desorganizado es profundo. Médicos formados bajo estándares desiguales. Desigualdad territorial en la distribución de especialistas. Fuga de cerebros hacia países con sistemas más organizados. Y un creciente desencanto entre las nuevas generaciones de médicos que perciben la residencia no como una etapa de crecimiento, sino como una experiencia de desgaste emocional, económico y profesional.
Propuestas para una reforma integral
1. Reforma al ENURM y su sistema de asignación.
Publicación transparente de rankings, criterios claros de corte y establecimiento de mecanismos de apelación imparciales.
2. Currículo nacional por especialidad.
Aprobado por universidades, sociedades científicas y autoridades sanitarias. Con evaluación periódica por competencias.
3. Acreditación y auditoría periódica de los programas.
Supervisión externa que permita cerrar o corregir programas deficientes y fortalecer los que ofrecen buenos resultados.
4. Creación de un Examen Nacional Único para Subespecialidades.
Que unifique criterios de ingreso y garantice transparencia, equidad y eficiencia.
5. Planificación sanitaria para distribución de especialistas.
Vincular la oferta de plazas a las verdaderas necesidades epidemiológicas del país.
La residencia médica no puede seguir siendo una estructura desordenada, sin estándares comunes ni mecanismos de regulación. Es el momento de hacer una revisión profunda y estructural del sistema, no solo para mejorar la formación médica, sino para garantizar a la población una atención digna, segura y basada en ciencia.
Lo que está en juego no es solo el futuro de los médicos jóvenes. Está en juego la salud de todo un país. Y cambiar el sistema de residencias es una deuda impostergable.